La observación del comportamiento de los animales demuestra que poseen
un código específico de señalización. Se trata de un sistema de comunicación
altamente desarrollado. Por ejemplo, las diversas posturas corporales para
indicar agresividad o sociabilidad, los diferentes gritos y los cantos de las
aves, en distintos niveles, permiten hablar tanto de comunicación gestual como
de comunicación vocal.
Sin embargo, no puede hablarse de lenguaje animal, porque faltan las
condiciones fundamentales de una comunicación propiamente lingüística.
Si se observa la danza de las abejas cuando, después de haber libado,
regresan a su colmena, puede constatarse una comunicación gestual. En efecto,
cuando una de ellas descubre una fuente de alimento, ejecuta ante los demás
habitantes de la colmena, una danza que indica el exacto emplazamiento de la
flor de donde vuelve. Poco tiempo después, llegan las otras abejas a la misma
flor.
Estas danzas que disponen de dos componentes esenciales, como los
círculos horizontales y la imitación de la figura de un 8, indican la distancia
de la colmena a la fuente de alimento. La danza circular anuncia una distancia
de cien metros como máximo, mientras que la danza en 8 indica que la distancia
es de hasta seis kilómetros. El número de figuras en un tiempo determinado
señala la distancia, mientras que el eje del 8, la dirección con respecto al
sol.
¿Qué comparte este código de mensajes con el lenguaje humano?
Las abejas transmiten mensajes que incluyen más de un dato, son la
existencia de comida, la posición o la distancia; poseen memoria, pues retienen
información para comunicarla y, además, simbolizan, ya que la secuencia gestual
indica otra cosa que sí misma (el signo está en lugar del referente).
¿Por qué no puede asimilarse, sin embargo, este sistema de comunicación,
aunque esté sumamente elaborado, con el lenguaje humano?
La comunicación de las abejas no es vocal sino gestual; no supone
respuesta por parte del destinatario sino una reacción. No existe la
posibilidad de diálogo. La abeja que recibe el mensaje no puede retransmitírselo
a una tercera si no ha visto por sí misma las cosas que la primera anuncia, por
lo que no se construye mensaje a partir de un mensaje.
El contenido de la comunicación abarca solo un dato: el alimento. Las
únicas variantes son relativas a datos espaciales, lo que contrasta con las
posibilidades ilimitadas del lenguaje humano.
En resumen, el modo de comunicación de las abejas no es un lenguaje sino
un código de señales, debido a la fijeza del contenido, la invariabilidad del
mensaje, la relación con una situación única y su transmisión unilateral.
DOS MANERAS DE PENSAR LA COMUNICACIÓN
Solo entre seres que producen cultura se puede realizar
una verdadera comunicación.
Como vemos la idea de comunicación es muy compleja; hay incluso varias
formas de definirla y de dar cuenta de los fenómenos comunicativos. Entre las
varias concepciones hay dos contrastantes: aquella que considera la
comunicación como transmisión de
información y otra que la define como producción
de significación.
1. Como transmisión de información
Se produce así:
un emisor codifica un mensaje, es decir, pone sus ideas en un código, y otro lo
decodifica.
Para que la
comunicación sea exitosa el código debe ser: claro, preciso y estable. Cuando
el código no cumple estas condiciones, la transmisión de información se
entorpece.
Esta manera de pensar la comunicación es útil para dar
algunos tipos de mensajes, por ejemplo, los del semáforo o los de las señas del
truco. Estos mensajes utilizan códigos sencillos, que no varían con el tiempo y
que transmiten mensajes inequívocos.
Una primera manera de abordar este
tema es entonces pensar en el acto comunicativo como un circuito básico, en el que un emisor
transmite un mensaje a un receptor.
Desde
esta perspectiva, podríamos considerar actos de comunicación algunos fenómenos
del reino animal.
Emile Benveniste, lingüista francés, utilizó este fenómeno de comunicación animal para plantear las semejanzas y diferencias con la comunicación humana.
Sostiene
que en ambos casos: usan signos para indicar objetos y usan un código
El
mensaje es un conjunto de signos que se refiere a determinados objetos. La
danza de las abejas, por ejemplo.
Los signos no tienen una
relación necesaria con aquello que representan, no hay una continuidad entre el
objeto y el signo, sino que los signos son entidades diferentes creadas para
la comunicación. Esto quiere decir que son muy
distintos entre sí el giro de la danza de las abejas (el mensaje) del lugar
donde se encuentra el alimento (lo que se comunica).
Esto también
puede aplicarse a la comunicación humana: la palabra “casa” no tiene nada que
ver con el objeto casa; podría haberse usado otro signo y, de hecho, en
diferentes idiomas el mismo objeto se nombra con palabras distintas.
La segunda semejanza es que estos
signos sólo pueden ser comprendidos porque pertenecen a un código.
¿Cómo se dan cuenta las abejas de que un giro de la danza
significa que el polen está a determinada distancia? O ¿cómo sabemos que la
palabra “casa” se refiere a ese objeto? Porque usan un código. Porque usamos un código. Es decir, un sistema
de convenciones mediante el cual los miembros de una comunidad pueden
entenderse. Dicho de otro modo, estos signos solo pueden ser
comprendidos porque pertenecen a un código.
Cuando
aprendemos a hablar y a comunicarnos, lo que aprendemos es el código de nuestra
lengua, que utilizamos en la vida cotidiana junto con otros códigos, como las
señales de tránsito o los gestos.
1. Como producción de significación
Sería muy raro o imposible encontrar alguna vez una luz marrón en el
semáforo, que nos llevara a preguntarnos: “¿Qué significa esto?”. En cambio, sí
es frecuente preguntarnos en cualquier conversación: “¿Qué me quiso decir?”.
Esto es así por qué en la comunicación humana están en juego códigos: complejos, variados,
inestables. Además del lenguaje verbal, interviene el código gestual, los tonos
de la voz, la mirada, etc. Lo que una persona dice suele ser el resultado
combinado de todo ello.
A partir
de estas consideraciones podemos comprender más claramente el ejemplo que
plantea Benveniste al enfrentar la comunicación animal con la humana. Las
importantes diferencias que él halla son: el diálogo; capacidad de hablar sobre el lenguaje; capacidad
creadora.
1. Las abejas envían mensajes pero no dialogan. Sus mensajes generan
conductas (las otras abejas van al lugar indicado), pero no otros mensajes como
respuesta.
En
cambio, los humanos hablamos a otros que hablan.
2. Y además, las
abejas no pueden comunicar a otras abejas lo que la primera abeja les comunicó.
Esta posibilidad de hablar acerca de los mensajes es condición de la
comunicación humana. Es decir que el lenguaje humano puede funcionar como
metalenguaje. ¿Qué significa esto?: El metalenguaje es
un lenguaje que habla, no acerca de las cosas, sino sobre otro lenguaje. El
lenguaje verbal humano puede ser metalenguaje de sí mismo. Esta posibilidad de
hablar acerca de los mensajes es condición de la comunicación humana. Esto es importante porque permite transmitir, estudiar, discutir y
cuestionar los mensajes de otros.
3. Finalmente,
una distinción importante es que el código de
la comunicación humana es mucho más complejo, y por esta razón, les permite a
las personas crear a partir de él (un
código finito) infinitos mensajes y decir cosas
que hasta el momento no habían sido dichas. Mientras tanto,
entre las abejas siempre se transmitirá el mismo mensaje con la misma
significación: determinada vuelta de su danza significará siempre determinada
distancia.
El
Metalenguaje
Se llama así a aquel lenguaje que se
utiliza para explicar o hablar de otro lenguaje.
Es muy corriente la necesidad de explicar
terminologías científicas cuyo significado desconocen los no especialistas.
Todas las ciencias tienen su “jerga
especializada” que debe ser descifrada para comprenderla. Esa tarea se realiza
mediante el metalenguaje, que posibilita así la pertinencia del lenguaje usado
de acuerdo con códigos y reglas propias.
Igualmente los trabajos de traducciones
de idiomas, so maneras de recurrir a un lenguaje para comprender otro.
El uso del metalenguaje se extiende
también a conjuntos discursivos, con el propósito de hacerlos comprensibles en
el marco de contextos socio-culturales específicos. Tal es el caso de ciertas
novelas o películas cuyos “lenguajes y códigos” es preciso explicar para poder
comprenderlas.
No pensemos que emplear metalenguajes es
sólo asunto de gente académica. En nuestro hablar cotidiano, a menudo
recurrimos a él con el propósito de explicar el significado de algunas palabras
o frases, o bien para aclarar el contexto del lenguaje que empleamos.
Esta necesidad continua que
tenemos de explicar lo que decimos, deriva de la precariedad y fragilidad del
lenguaje mismo, que al estar en continuo contacto con modas, usos y contextos
nuevos o diferentes de los acostumbrados, se va deteriorando. El lenguaje
humano también es efímero y cada vez necesita ser reforzado con dosis de
metalenguajes
En conclusión: en la comunicación humana los mensajes son conjuntos de signos que representan cosas o ideas y que se construyen sobre un código, a partir del cual se pueden crear infinitos mensajes. Asimismo, el lenguaje humano permite hablar acerca de los mensajes y, por lo tanto, dialogar, discutir, y transmitir lo que otros dijeron. Estas capacidades de diálogo, creadora y de hablar sobre el lenguaje son exclusivamente humanas y nos ubican en el tope de toda forma de comunicación posible. Nada supera la comunicación interpersonal, cara a cara, perceptual.
En conclusión: en la comunicación humana los mensajes son conjuntos de signos que representan cosas o ideas y que se construyen sobre un código, a partir del cual se pueden crear infinitos mensajes. Asimismo, el lenguaje humano permite hablar acerca de los mensajes y, por lo tanto, dialogar, discutir, y transmitir lo que otros dijeron. Estas capacidades de diálogo, creadora y de hablar sobre el lenguaje son exclusivamente humanas y nos ubican en el tope de toda forma de comunicación posible. Nada supera la comunicación interpersonal, cara a cara, perceptual.
En la
participación dialógica el perceptor va construyendo, es decir interpretando,
una significación del mensaje que recibe. Aunque parezca un ejercicio simple
puede no serlo, porque para entender lo que efectivamente están comunicándonos,
solemos recurrir también a otros elementos como:
-
el conocimiento
previo de la persona que nos habla.
-
Nuestra
experiencia respecto de otras circunstancias en las que escuchamos decir cosas
similares.
-
Nuestra
apreciación del momento y las circunstancias en que se da el diálogo. Es decir
del contexto en el que ocurre la comunicación.
-
Nuestra
interpretación de los múltiples signos paralingüísticos y extralingüísticos que
nuestro interlocutor ofrece.
-
Nuestra
capacidad o competencia comunicativa en general.
Superando
todos los obstáculos presentados obtendremos una comunicación rica, fructífera,
plena, verdadera, genuina.
Los seres
del mundo biológico –plantas y animales irracionales- también intercambian
información, cómo lo pueden hacer ciertas máquinas, pero no hay verdadera
“comunicación” entre ellos en cuanto participación dialógica, sólo transmisión
de datos –incluso bidireccional- y producción de signos (“señales”), ante los
cuales se reacciona en forma instintiva e inmediata. Únicamente entre las
relaciones entre seres humanos –las que constituyen, junto con sus
“extensiones” tecnológicas, el mundo al que llamamos “cultura”- se da la
genuina comunicación: un tipo de relación en la cual, además de la transmisión
de datos y la producción de señales-estímulos y señales-respuestas pueden darse
la simbolización y el diálogo. Estos dos conceptos corresponden a capacidades
esencialmente humanas. A mayor actualización de la capacidad simbólica
(expresiva e interpretativa) y dialógica de los sujetos que intervienen en el
proceso, corresponde mayor grado de comunicación humana propiamente tal.
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