La Felicidad
- ambición desmedida de bienes materiales
- deseo irresistible de unos mates bajo la sombra de un sauce a la orilla del río.
- estar en armonía con uno mismo
- para el diccionario es ese estado de satisfacción completa que llena toda la conciencia, y está un escalón más arriba que el simple pero nada despreciable bienestar.
- es el famoso happiness de Charlotte Caniggia; algo que sucede.
- Prima hermana de la esperanza y vecina de la curiosidad; ¿qué es la felicidad?
Lo primero que uno podría decir es que se trata de un deseo común a todos los seres humanos de todas las épocas y latitudes.
Seguidamente, destacar la connotación positiva que tiene la palabra, semejante a dicha y satisfacción, que de alguna manera también remiten a la realización de deseos. Al tratarse de un deseo, se define también por su ausencia, como si estuviese en algún lugar y por tanto deba ser alcanzada. “Alguna vez seré feliz…”, suena a consuelo pero lleva implícita la ilusión de poder construirla.
Pero, al fin de cuentas, ¿qué es la felicidad?
La felicidad puede ser un ideal inalcanzable en la vida, pero también un estado, una respuesta que supone la existencia de un bien concreto que la causa.
Un bebé prendido a la teta de su mamá que lo abraza con amor puede convencernos de que la felicidad completa, aunque pasajera, es posible en este valle de lágrimas.
Esta expresión doliente del mundo (valle de lágrimas) me recordó un encuentro reciente con un amigo al que saludé diciéndole “¿Cómo estás?” y me respondió tajantemente “Bien, ¿o querés que te cuente?” Me llevó a pensar que todo el mundo tiene o ha tenido alguna vez algo para decir acerca de la felicidad, ya sea por acción o por omisión; y en este caso, aunque dicha con un dejo de humor, la palabra está teñida de connotaciones negativas. Algo así como “mirá que la historia de mis desdichas es larga…” Desde luego, también están los más exultantes, que tratan de disimularlo un poquito porque, se supone, no queda bien rezumar tanta dicha en medio de las penurias ajenas.
Por eso al poeta Jean Cocteau la felicidad que es solo ausencia de desdicha, le parecía un tanto mezquina.
La felicidad….
¿Cuáles son los ingredientes de la felicidad? Según reza el dicho popular: “salud, dinero y amor” serían los ingredientes imprescindibles para obtener la felicidad. ¿Será así?
La doctora Silvia Romay, deportologa, opina que existe una estrecha relación entre felicidad y salud, pero al revés de lo que suele afirmarse, puntualiza que es la felicidad la que contribuye a mejorar la salud. Sin duda, es muy difícil ser feliz con el nivel de estrés que nos asedia hoy en día.
En su libro “La posible felicidad”, el neurólogo francés Robert Blondin asegura que en el cerebro se podrían encontrar inscriptas las cuotas de felicidad que nos corresponden. La doctora Romay, desconfía de ello.
Ingrediente número dos: dinero. El dinero no es suficiente; amén de que nunca ofrece garantías de duración. No mucho más para agregar por el momento.
Salud, dinero y… amor. Palito Ortega es un abanderado en esta cuestión proclamando desde hace años que “la felicidad ja ja ja ja, me la dio tu amor….”. Despreocupado y tirando a conformista, el cantautor Donald completaba el cuadro: “este es mi mundo y soy feliz, así, dándote a ti lo mejor de mí. Porque vivo como vivo, soy feliz tal como soy…”.
Muchos coinciden en la relación amor-felicidad y sostienen que les produce felicidad el amor que dan. Vivir al lado del ser querido.
Ahora bien, ¿garantiza esto la felicidad? Si son los ingredientes, se supone que sí, pero en vez de 3, las Naciones Unidas hablan de “Las Doce Condiciones Mínimas de la Felicidad” incluyendo, entre otros puntos, una ración cotidiana de 2.500 a 4.000 calorías; tres conjuntos de ropa y calzado por persona; una casa que ofrezca reparo y por lo menos seis metros cuadrados por persona; diez médicos y cincuenta camas de hospital por cada 100.000 habitantes; trabajo para proveer a las necesidades de la unidad familiar y un sistema de seguridad para los enfermos.
Aquí la cuestión se torna más compleja; mucho más de que cómo percibían la felicidad mis hermanas cuando niñas: llegaría para cada una su príncipe, “se casarían, serían felices y comerían perdices”.
Hay quienes sostienen que la felicidad depende de las percepciones y la imaginación de cada persona, así como del estrato social en que se mueve, el momento histórico en el que vive y el género a que pertenece. Ciertamente lo que una mujer de comienzos de siglo XIX podía suponer como estado de felicidad difiere bastante de lo que está en condiciones de imaginar una mujer actual. En lo que va del siglo se ha modificado sustancialmente el ideal de felicidad de las mujeres y hoy son pocas las que creen en la fórmula de los cuentos.
De todas formas, no hay dudas de que una infancia satisfactoria, aunque no evite los dolores que vendrán más adelante, provee de los anticuerpos necesarios para enfrentar la vida con un estado emocional muy distinto de aquel que tuvo una infancia desprovista de afecto. Los vínculos afectivos son determinantes en el camino hacia la felicidad.
Felicidad entonces que debe ser concebida como un trabajo, una realización. Algo que estoy haciendo de mí conmigo mismo, con honestidad. Al coincidir conmigo mismo, sé lo que quiero.
Por tanto, saber lo que uno quiere y querer lo que uno hace son a mí entender buenas señales de que se transita por buen camino en esa búsqueda de la felicidad. Como la vida misma es un peregrinar, y los seres humanos sabemos que en algún momento vamos a dejar este valle de lágrimas; la búsqueda de la felicidad se torna urgente y necesaria. Tal vez esté a la vuelta de la esquina. Felicidad, allá voy…
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