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Dominación Cultural y Hegemonía

Dominación Cultural
Cuando la radio y la televisión comenzaron a ocupar un lugar relevante en las sociedades, muchos autores pensaron que estos medios influían en tal medida en los públicos (en cuanto a sus gustos, sus opiniones, sus valores) que podía hablarse de un fenómeno de dominación cultural.
Hoy en día es cada vez más común encontrar, tanto en los medios masivos como en otros espacios de la vida social, el uso de palabras en inglés, ciertos hábitos de la cultura norteamericana que están entre nosotros como si fueran parte de nuestras propias raíces. Sin embargo, estos fenómenos de dominación más bien directa de una cultura sobre otra, resultan en buena medida efecto de la globalización, en la cual los medios cumplen un importante papel. Existen además otras formas de influencia más indirecta, en la que la comunicación masiva juega también un rol muy importante. A estas otras formas de dominación se las ha llamado hegemonía.

Hegemonía
Para poder desarrollarse, toda comunidad requiere un orden: es decir reglas que se cumplan y acuerdos compartidos por sus integrantes. Una base común que organice la vida social y las posibilidades de resolver las diferencias entre los habitantes.
Esta base común muchas veces pasa inadvertida, aunque su extensión y su importancia son enormes. Esto es así la tenemos muy incorporada: aplicamos estas reglas comunes –no escritas- en nuestras acciones cotidianas más sencillas. Y cuando viajamos a otro país advertimos que existen formas muy diferentes de realizar las mismas actividades.
La Sociología contemporánea enseña que estas reglas basadas en valores y creencias compartidas no son producto de una imposición sino que se fijan en la propia comunidad.
Sin embargo, no todos en la comunidad participan en la misma medida del proceso mediante el cual se fijan estas reglas. El grupo o grupos sociales que dirigen este proceso de establecer los hábitos, valores y creencias que  toda la comunidad asume como propios y básicos, ejercen la hegemonía. La hegemonía tiene una característica específica frente a otras formas de dominio: no es un dominio por imposición sino que busca contar con el consenso general.
Por esta razón, el orden hegemónico no es estable. Debe ser constantemente renovado, defendido y modificado y, al mismo tiempo, puede ser resistido y transformado.
Los medios masivos cumplen un papel decisivo en la construcción de una hegemonía. Así lo señalo también Raymond Williams, uno de los fundadores de los estudios culturales (ver Teorías). A través de la información y del entretenimiento, los medios presentan una cierta manera de entender la vida de las personas y la de nuestra comunidad. Así, participan activamente en las reglas comunes que se fijan en la sociedad respecto, por ejemplo, de lo que está bien y lo que está mal, de cuáles son los problemas importantes y cómo deberían resolverse, etc.
La posibilidad de los medios masivos de llegar a todos los sectores sociales potencia su acción hegemónica.
En los procesos de codificación y decodificación interviene una combinación de códigos que varía de acuerdo con las circunstancias en las que tienen lugar los procesos de emisión y de recepción. Entre estas dos instancias existe, entonces, una asimetría: las condiciones de la emisión de un mensaje nunca son las mismas que las de su recepción. Por lo tanto, la comunicación no es nunca un proceso lineal de transmisión de información. Según el investigador jamaiquino Stuart Hall, integrante de la Escuela de Birmingham, que publicó en 1973 un trabajo de gran importancia para el análisis de la comunicación, los códigos que intervienen en la recepción están relacionados con el lugar que cada persona ocupa en la sociedad y con la situación concreta en la que se lleva a cabo la recepción.

Lectura Preferente y Lectura Negociada
Hall explica cómo se construye una hegemonía haciendo hincapié en el proceso de recepción.
Cada uno de los mensajes de los medios masivos está dirigido a millones de personas. Las instancias de recepción del mensaje  difieren de una persona a otra, pero existen códigos elementales compartidos que vuelven comprensibles estos mensajes. A partir de estos códigos compartidos, los medios trabajan y ponen en juego un conjunto de valores u creencias que tienden a definir lo que está bien y lo que está mal en una sociedad concreta. A partir de sus programas, de sus actores y personajes, de las historias que presentan o de los juicios de valor que expresan, los medios masivos van definiendo qué cosa es un delito, qué cosa es el éxito, qué cosa es la política, qué cosa está de moda, qué cosas son el honor o el prestigio, qué es la belleza, etc. También van estableciendo –siempre sin imponerlo directamente- cómo se debe hablar. Por ejemplo, hasta que la TV comenzó a incorporar de manera extensa el uso de las llamadas “malas palabras” en sus programas, era muy extraño utilizarlas fuera de la intimidad.
Hall denomina a la recepción que acepta esos códigos “lectura preferente”. En ésta, la decodificación se realiza desde los mismos supuestos que se actualizaron en la codificación y, por lo tanto, se acepta la manera en que el mensaje presenta el orden social como algo natural, cuando precisamente de “natural” no tiene nada.
Cuando se acepta en términos generales la visión del mundo producida desde la codificación pero se modifica en alguna medida su sentido preferente, Hall habla de “lectura negociada”.

Asimismo, puede suceder que algunas personas hagan una lectura totalmente crítica de los valores que presenta el texto (entiéndase texto también como programa de radio o TV) de los medios masivos. Esta lectura, realizada desde valores alternativos, se denomina de “oposición”. La “lectura de oposición” no es una decodificación equivocada; en este caso, el lector, oyente o televidente entiende los supuestos y los valores desde los cuales se codificó el mensaje, pero no los considera válidos. 

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