El 1° de noviembre de 1950, el papa Pío XII proclamó
solemnemente la asunción de María a los cielos, ratificando con su magisterio
infalible el sentir común de la fe del pueblo cristiano:
“Proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente
revelado que la inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el
curso de su vida terrestre, fue elevada a la gloria celestial en cuerpo y alma”.
Esto quiere decir que la asunción no es una opinión piadosa.
Es una verdad que todos los hijos de la Iglesia deben creer con firmeza y
fidelidad. Una verdad que proviene de Dios.
El dogma de la asunción no incluye ni excluye la muerte corporal
de María. Señala que la asunción tuvo lugar inmediatamente después del fin de
su vida terrestre. Sin esperar la corrupción del sepulcro. Se trata de un
cambio de estado, no solamente cambio de lugar.
María de Nazaret está en cuerpo y alma en el cielo ¿por ser
la madre de Dios? Fundamentalmente porque dijo siempre Sí a Dios. Hasta el
final. “Dichosos los que escuchan el mensaje de Dios y lo cumplen” (Lc 11, 27-28).
A éstos es a quienes el Poderoso, el Misericordioso, glorifica, exalta, salva,
resucita y sube a los cielos.
María nos señala el camino para ser también nosotros los
elegidos del Señor.
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